Balvina Dolores Rojo Quispe (31.03.1944) conoce bastante bien los cuentos y leyendas de Pitumarca, entre ellos el cuento del espíritu carnavalero. Son historias que le fueron contadas cuando era niña, en las estancias, durante las noches, sus abuelos y su madre. Su madre era viuda. Ellas vivían en las alturas de Pitumarca junto a sus abuelos, junto a sus diez hermanos.

El espíritu carnavalero antiguo

Cuando los 4 barrios ya estaban empezando la q’sawa, se acerca un joven alto, bien vestido, con su bandurria en la espalda. Al acercarse, les dice: “hermanitos nos jugaremos, nos qaswaremos”. Inmediatamente, los jóvenes le responden “claro hermanito”.  Para ninguno de los que asistían a la fiesta este joven era conocido. El joven  bailaba y cantaba bonito, todas querían bailar con él.

Hacia la media noche, el joven seguía cantando “hasta media noche me decías, hasta que el gallo cante me decías hasta que el cuy silbe me decías”. Decidieron preguntarle su nombre, y el respondió: “muchacqu, yayacu”. Como no les pareció que eso era un nombre, los jóvenes decidieron retenerlo y no dejarlo ir hasta la madrugada. De esta manera, esperaban averiguar su origen. Suponían que podía ser de Llocllora, Chari o de Checacupe.

Hicieron que las jóvenes se aproximarán a el para bailar y no lo dejaran solo hasta la madrugada. Cuando amaneció, vieron que estaban bailando con una calavera envuelta con soguillas de paja. Todos quedaron muy sorprendidos, se dieron cuenta que en realidad era un machu carnavalero que por esa noche cobró vida.